¿Cómo fortalecer el sistema inmunológico con nuestra propia comida?

Los expertos en salud dicen que reforzar el sistema inmunológico puede darte una ventaja para mantenerte saludable en esta época de virus no deseados.

Por Gloria Álvarez
El Portal/17 de julio 2020

El 80% del sistema inmunológico está en el intestino, así que cuando está sano, solemos ser capaces de combatir las infecciones más rápido y mejor.


Nutrientes implicados en el sistema inmunitario
La EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) reconoce que algunas vitaminas o minerales (cobre, folato, hierro, selenio, zinc o vitaminas A, B6, B12, C y D, entre otros...) participan en el correcto funcionamiento del sistema inmunitario.
Se recomienda que la gente se centre en un estilo de alimentación mediterráneo, lo que significa una dieta rica en frutas, verduras, granos enteros y grasas saludables, que se encuentran en alimentos como pescados grasos, nueces y aceite de oliva. Este patrón de alimentación tiene un alto contenido en nutrientes como la vitamina C, el zinc y otros antioxidantes que, según se ha demostrado, ayudan a reducir la inflamación y a combatir las infecciones.

Entre estos alimentos tenemos: 
AJO ( 1 diente, polvo, pastillas)
JENGIBRE (té o agua de uso)
VITAMINA C (kiwi, pimiento, tomate, pastillas o efervescente, recuerda que es hidrosoluble) ZINC (lentejas, berenjena, nuez o suplemento)
Muchas otras personas creen que los suplementos son la solución, pero la ingesta suplementaria no tiene ningún efecto si no existe ninguna deficiencia.
Además de estos nutrientes tenemos los probióticos, son organismos vivos que, administrados por vía oral en las cantidades adecuadas, son beneficiosos para la salud del hospedador:

  • Refuerzan el sistema inmune
  • Desplazan a los microrganismos nocivos y evitan su propagación
  • Ayudan a la digestión
  • Estimulan la formación de ácido láctico disminuyendo el pH del tubo digestivo
  • Favorecen la absorción de calcio, hierro y magnesio
  • Reducen la diarrea por antibióticos que alteran la flora intestinal.
  • Si agregamos a esto el consumo regular de productos lácteos fermentados –como yogur o kéfir– también contribuye a aumentar las defensas inmunológicas. De hecho, hay estudios que demuestran que quienes toman regularmente leches fermentadas presentan, además de una mayor resistencia a los microorganismos que provocan las intoxicaciones alimentarias, un mejor estado del sistema inmunológico.
Además, es importante mencionar que la reducción de grasas en la dieta resulta fundamental para controlar el peso y también para el óptimo funcionamiento del sistema inmunológico. Parece ser que las dietas ricas en grasas reducen la respuesta inmunológica, aumentando así el riesgo de infecciones. Por lo tanto, si se reduce el contenido de grasa en la dieta, la actividad inmunológica aumenta.

El aporte excesivo de energía puede afectar a la capacidad del sistema inmunológico de combatir infecciones, por lo que la obesidad está ligada a una mayor incidencia de enfermedades infecciosas. Además, las personas obesas son más propensas a desarrollar enfermedades cardiovasculares que, a su vez, están relacionadas con alteraciones de la función inmunológica.

Por otro lado, las personas desnutridas, por ejemplo, las que siguen regímenes de adelgazamiento desequilibrados –o de menos de 1,200 calorías al día–, presentan un mayor riesgo de contraer infecciones, porque las dietas pueden hacer disminuir la función inmunológica.

Otros factores a tomar en cuenta son los siguientes:


  • El ejercicio hace que los anticuerpos y los glóbulos blancos del cuerpo circulen con mayor rapidez, lo que significa que pueden detectar y concentrarse en los virus más rápidamente. Mantenerte activo de esta manera también disminuye las hormonas del estrés, lo que reduce las posibilidades de enfermarte.
  • El descanso, cuando estás privado de sueño, el cuerpo produce hormonas de estrés como el cortisol para mantenerte despierto y alerta, lo que puede suprimir tu sistema inmunológico.
  • Controla el estrés ya que quien lo sufre tiene más probabilidades de producir citoquinas, moléculas que desencadenan la inflamación, y aproximadamente el doble de probabilidades de enfermarse. Además, son menos propensas a prestar atención a otros hábitos saludables, como comer bien y hacer actividades recreativas.

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