Detectar actitudes de riesgo para evitar crisis emocionales


 

Portal PDI│Ricardo Gurrola│10 septiembre 2020


Hoy en día con las múltiples crisis que ha ocasionado la pandemia es más que evidente que hay afectaciones de todo tipo, desde las sociales, económicas, laborales, educativas y de salud. Enfocándose en la salud y aprovechando el día mundial de la prevención del suicidio es fundamental centrarnos en que la salud también debe ser mental y que está afectando a nuestros niños y adolescentes.
Existen rasgos de personalidad o actitudes que podemos detectar a tiempo para evitar posibles crisis emocionales futuras, con esto se evita vandalismo, hijos tiranos, depresión, ansiedad crónica, estrés postraumático, sexualidad precoz y de forma puntual el suicidio.
Antes que todo es necesario conocer el carácter de nuestros hijos debido a que no todos los comportamientos mostrados en seguida son derivantes o principales detonantes de una crisis emocional futura. Una forma de detectar si es algo fuera de lo normal es ver con qué frecuencia e intensidad realiza esas actitudes o si nunca había demostrado esos rasgos y empiezan a ser habituales pues hay una alerta en ese aspecto.
Debemos dividir en 3 las formas de seccionar las actitudes y rasgos siendo: Espontaneas, Cambiantes o de transición y de alerta.

Las Espontaneas son precisamente actitudes momentáneas debido a situaciones estresantes o cambios repentinos de rutinas, estos pueden ser el sentirse ansiosos, retraídos, enfadados, agitados, tener pesadillas, manifestar cambios frecuentes de humor, etcétera. Podemos observar alteraciones en su conducta como cambios de humor, quejas o protestas, rabietas, patrones del sueño alterados o volver a mojar la cama.
Pueden verbalizar presión en el pecho, mareo, dolor de estómago, de cabeza, problemas para concentrarse o terminar las tareas escolares. Cuando son más mayores pueden mostrarse irritables o enfadados, mentir o mostrar comportamientos de desafío a la autoridad.

En el caso de las Cambiantes o de transacción se manifiestan cuando nuestros hijos han sido partícipes de cambios fuertes de hábitos o tras sufrir una afectación fuerte como la muerte de un familiar, un divorcio o el observar imágenes fuertes puede ser un ejemplo de estas situaciones.
Los síntomas son: Alteraciones en el sueño: insomnio, pesadillas, sobresaltos, flashbacks, etcétera. (Esto ocurre especialmente en los menores de 8 años). También en el desinterés escolar, falta de concentración, dificultad para atender o memorizar y las emocionales como: arrebatos de ira, enfado, preocupación constante, falta de interés, ansiedad por separación, miedos, enuresis,  Ideas recurrentes, recuerdos, pensamientos o imágenes; o por el contrario, evitación de los recuerdos, así como de pensar o hablar de ello

Y los de Alerta que vienen después de las fases anteriores y han durado meses con estas actitudes o se han convertido ya en rasgos de personalidad. Las actitudes son: Pérdida de interés en cosas que antes le gustaban, está triste, llora con frecuencia, habla de vacío o utiliza expresiones de desánimo o abatimiento lentitud o falta de energía, o, por el contrario, está muy inquieto quejas de dolores físicos, dificultad de concentración a la hora de tomar decisiones, se enfada más fácilmente, está irritado o varía su estado de ánimo, no come o duerme bien, tiene cara de cansado.
Desde los primeros síntomas de transición donde claramente ya avanzó de etapa es necesario pedir ayuda especializada con un psicólogo. 
Prevenir es salud a futuro. 

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